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    Fetichismo, Gays, Masturbacion Masculina

    LEYENDO EL DIARIO DE PIRUCHA. (II) Hacer el amorsh

    Caminé hasta la plaza y allí nos encontramos. 1,85, cara agradable y cuerpo de atleta. “¿Muy grande?”. “En la cama somos todos del mismo porte”. Esbozó una sonrisa que dejó ver albos dientes entre sus labios carnosos e incitantes. Por primera vez sentí deseos irrefrenables de besarlo. .
    Una vez desclasificado el Diario de Pirucha, vamos leyendo y gozando las historias y relatos que, en su estilo, se abren como un mosaico erótico ante nuestros ojos, mientras el pene acusa erección y sentimos pulsaciones en la abertura posterior.
    Pero vamos al diario y a esta increible historia.

    Caminé hasta la plaza y allí nos encontramos. 1,85, cara agradable y cuerpo de atleta. “¿Muy grande?”. “En la cama somos todos del mismo porte”. Esbozó una sonrisa que dejó ver albos dientes entre sus labios carnosos e incitantes. Por primera vez sentí deseos irrefrenables de besarlo.

    En ocasiones anteriores, lo he hecho como parte del ritual propiciatorio de un buen coito. Esta vez no, me atraía besarlo…
    Íbamos a mi casa. Sería la verga número 18. El verano no había sido especialmente bueno para mi ejercicio privado que consiste en contactar machos activos que me hagan sentir putita entre sus brazos, mientras me cogen apartando el hilo dental de fina lencería femenina que uso en estas ocasiones. Mi pene gotea su lascivia en la parte delantera del colales…
    -Es la primera vez que vengo…
    -Mi casa está muy cerca…
    Creo ya haberles contado que mi gusto por la penetración anal se ha convertido casi en un culto que practico desde muy pequeño. Aún antes de que el cura que me convirtió en homosexual larvado y oculto se hubiera situado en mi vida. Sólo que ahora que pude experimentar en forma libre y adulta el morboso placer de ofrecer el culo abierto y anhelante a un varón que gusta de los maduros pasivos como yo. Sería la verga 18, pero antes debo completar el registro con lo ocurrido con la anterior.
    Iba muy motivado por ese espectacular ejemplar de macho joven y potente…
    La verga 17 había sido esperada y trabajada por cerca de cinco años con alguien que incluso habíamos abierto nuestras identidades y hecho pública nuestra amistad. La ocasión se dio cuando una tarde pude desprenderme del cerco familiar e inventar una excusa de la visita a un antiguo amigo.
    El período de la dictadura dispersó a mi generación por diversos países y destinos. A muchos no los volví a ver nunca más, otros simplemente murieron en el exilio; con otros, pudimos comunicarnos a través de la web, pero sin contacto físico, las relaciones se diluyen y tienden a desaparecer.
    Todo lo contrario ocurre con la homosexualidad, porque nadie hace contacto de buenas a primeras en la calle o en el café, sin embargo en la web existen miles de sitios para contactar gente como uno. Sin rodeos uno explicita lo que quiere.
    Y yo deseo ser esa puta, esa perra, que he llevado en mí y que aflora cuando un pene ingresa por mi estrecho canal que se abre a dimensiones no exploradas antes con vergas de carne y músculo. Y necesitaría de esa habilidad… Mucho.
    Pues bien, encontré a mi amigo con el que fantaseábamos una relación en que yo era Maura, la puta caliente que él sodomizaría y sometería a punta de cogidas. Llegué hasta su casa ubicada en un barrio residencial. Dejé mi vehículo en una plazuela. Intenté evadir las miradas de los residentes que estaban en sus actividades diarias. Uno regaba las plantas, otro leía el diario, mientras otro vigilaba a su mascota… Pero todos me escanearon con sus miradas poco disimuladas. Imaginé que eran vigilantes disfrazados y estarían ahí para proteger el exclusivo vecindario.
    Afortunadamente, Quintín me esperaba en la entrada de su vivienda. No bien ingresamos y después de los agarrones al paquete de él y a mi culo que se encabrita con los roces de las manos viriles desde que el cura de mi infancia acariciaba mis desnudas nalgas con sus gruesos y ásperos dedos de campesino, nos dirigimos a su dormitorio.
    Me desprendí de los jeans y extraje mi colección de tangas y colales femeninos. Elegí una tanga blanca. Nos besamos y le arranqué la polera, mientras le abría la bragueta y le extraía un pene de buen tamaño. Bajé hasta él y empecé mi ritual succionador.
    En posición de 69, sentía como los pelos de su bigote y de su barba me proporcionaban un exquisito placer que duplicaba el de su lengua recorriendo mi ojete con fruición. Lo haríamos sin condón, así que mi excitación crecía tanto como el morbo que me habita dentro como una planta parásita y se apodera de mí y convierte en esclava de su poder.
    Quizá si mi error, fruto de la impaciencia por ser penetrado, fue creer que la verga semi erecta se pondría dura si la hacía reconocer terreno en mi puto culo, o nunca pudo liberarse del temor a ser sorprendido por algún cercano, la cosa es que no pudimos concretar la penetración y nos tuvimos que conformar con frotarnos como hacen las lesbianas.

    A mi vez restregué mi pene por el orificio -casi virgen diría- de su culito: un ojete pequeño rodeado de vellos que no pude resistir de acariciar con la punta de mi verga lingual. Mi pene, atrapado por la fimosis, difícilmente logra erecciones, salvo cuando quiero apresurar el orgasmo que se ha iniciado por el roce en la próstata, tampoco lo logró esta vez.
    A pesar de que no pudimos concluir nuestra faena sexual dándonos por el culo, para ser la primera de varias reuniones similares y ojalá con más comensales, no estuvo mal. Habría sido mejor si se hubiera podido hacer que el semen corriera por mis piernas al salir de un culo ablandado y abierto…
    Pero esta aventura sin final orgásmico tendría su recompensa y a mi lado caminaba el macho que daría satisfacción a todas mis ‘perversiones’ que para mí son el resultado esperado de una manera de sentir libre de prejuicios y culpas, para disfrutar de la calentura: en estado de absoluta transformación en cánida meretriz.
    Atravesar la puerta, cerrarla y unirnos en el beso más apasionado que me haya dado con alguien fue todo uno… Hablaron las lenguas, las manos, la piel… Mi culo sintió la avidez de una lengua que lo recorría y desataba todo el morbo que puede sentirse en dichas ocasiones…
    Ahora era la perra. Puta entre las putas. Degusté la punta húmeda de su pene y fui introduciendo su cuerpo en mi boca, acariciando con el paladar y el dorso de la lengua esa herramienta de carne y sangre… Sus manos recorrían el camino iniciado por el franciscano: mis nalgas, alrededor del ano, el escroto… Relámpagos de aterradora intensidad se iniciaban en esos lugares y llegaban a mi afiebrado cerebro… El pene, que había visto como un poco grande, pero de una cabeza normal, empezó a llenarse y a crecer a punto que ya no pude tragarlo.
    Vino entonces el punto en que la excitación me hacía ofrecer el culo. Abierto, dilatado, lubricado con el gel y la saliva y el deseo de ser penetrado.
    Una danza de contorsiones y posiciones se desató con el pene metido en mi culo. El condón no pudo aprisionar esa deliciosa mole de carne y decidí probarla sin ese molesto forro. Le pedí que no me dejara su semen en mi canal, pero cuando ya estábamos sumergidos de lleno en ese remolino de sexo, le pedí, le rogué, le supliqué que me la depositara para sentir su chorro…

    Tuve varios orgasmos violentos, antes, durante y después de que el semen ardiera en mi crisol aún más caliente que él. Me había convertido en Pirucha. Por fin unía los recuerdos infantiles y los inicios ocultos y secretos con los de varón maduro que abría su mente y sus…nalgas a las caricias y a la penetración anal.

    La decisión estaba tomada, seguiría dando mi culo a todo el que lo pida sin ocultar nada y sin rótulos ni etiquetas: la sexualidad es una y no se separa en matices o compartimentos. Se goza con mente y cuerpo y sin prejuicios. Casi podría decir que había sentido lo que es “hacer el amor” dentro del acto de culiar.

    (Continúa)

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    Contesto siempre.

    49 Lecturas/15 marzo, 2023/0 Comentarios/por Ruizy
    Etiquetas: anal, culo, maduro, maduros, orgasmo, recuerdos, semen, sexo
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