Regularizando a Andresito de 7 Parte VI
¡Finalmente fue mío por completo!.
Y al día siguiente, temprano por la mañana nos dirigimos hacia la costa…
Así terminó el capítulo anterior de esta serie que llega a su fin. ¡Mil gracias a todos por sus comentarios apoyo!
Continuamos…
Durante el viaje hacia mi pueblo en la costa, no dejaba de acariciar a Andrecito, el se bajaba su shortcito y me enseñaba su penecito erecto que yo masturbaba, se ponía de ladito y se abría sus nalguitas para mostrarme su tesoro que yo acariciaba y punteaba un poco con mis dedos.
A riesgo de provocar un accidente, me masajeaba mi entrepierna, sacaba mi pene y lo acariciaba, masturbaba, besaba, lamía y chupaba un poco hasta que lo detenía pues mi propósito era deslecharme en su anito, desvirgarlo y hacerlo mío por entero, y hacerle el amor una y otra vez hasta saciarnos ambos.
Así que al llegar nuestro destino, abrimos puertas y ventanas de la casa para que se refrescara y dejara de oler a humedad, sacudimos, barrios y trapeamos la sala, cocina, terraza, recámara que ocuparíamos y baño de la misma.
Como es lógico, acabamos sudorosos. Así que le propuse darnos un baño y salir un rato a la playa para comer algo allá pues durante el viaje solo habíamos consumido golosinas, galletas, jugos y refrescos enlatados para «matar» el hambre. Él aceptó así que nos desnudamos y nos metimos a la ducha. Llené de jabón y froté su cuerpo hasta dejarlo por entero limpio.
El también jugó con mi cuerpo pasando el jabón y tallándome con una esponja. Mi pene estaba durísimo y el suyo igual. El, sin decirle nada, se inclinó un poco, tomó mi pene y se puso a jugar con él masturbándolo, besándolo y chupándolo un buen rato.
Lo levanté y cargué hasta llevarlo a la cama, lo recosté en ella y me dispuse a corresponderle comiéndome sus genitales. Luego, me coloqué boca arriba y él solito se puso en posición para que hiciéramos un 69. Después de un rato, inicié a dilatar, con ayuda de un gel especial para ello, su pequeño orificio anal.
Metí un dedo, luego dos y finalmente tres en su anito, él se quejó un poco al recibir los tres dedos en su interior, pero el gel ayudó a que pronto pasara el dolor para dar paso al placer.
–¿Te duele, amorcito?
–Poquito, maestro…
–¿Quieres que siga?
–Siiii….
Así que dilaté su anillito hasta sentir que ya estaba preparado para recibir mi pene durísimo y lleno de presemen…aún así, volví a llenar su orificio e interior con gel así como mi pene.
–¿Para qué es esa cremita o gel, maestro?
–Espara hacerte el amor sin que te duela tanto, sirve para que sea más fácil penetrarte…
–¡Ah! ¿Y no me va a doler mucho?
–No creo, mira, ya te pude meter tres dedos y no te duele tanto, ¿o sí?
–No, no mucho.
–¿Quieres que probemos a ver si ahora sí logro meter mi pene en tu colita?
— Sí, maestro, pero si me duele le digo.
–Está bien, tú relájate…hasta ahorita todo ha sido divertido, y así será hoy.
Lo puse al borde de la cama con sus piernitas colgando, le pedí abriera sus nalguitas con sus manitas para que su lindo agujerito quedara expuesto para que mi pene lo penetrara, jugueteé un poco pasándolo por su rajita de arriba abajo y viceversa para relajarlo aún más y puse, finalmente, la punta de mi glande en su orificio, empujé un poco y sentí como las paredes de su anito se abrían para recibir mi hombría. Logré introducir mi glande por entero y disfruté mucho al ver cómo desaparecía en él y la rica sensación de su anito apretándolo.
–¡Ay, ay, maestro! Hasta ahí, sáquelo por favor, me duele, ¡ay! ¡ay!
–Tranquilo, amorcito, mira, ya entró toda la cabecita de mi pene, tócala…
–A ver…¡Ay, es cierto!
–¿Ves? Te dije que con esa cremita sí íbamos a poder. Tranquilo, lo difícil era que entrara la cabeza…lo demás será más facil…has sido muy valiente.
Y me quedé quieto, sin meter más mi pene en su anito, dejando que su cuerpo se acostumbrara a él.
–¿Duele, Andrés?
–Ya casi no, maestro, muy poquito nada más…
–Mmmhhh, amorcito, ¿puedo tratar de meterte un poco más de mi pene?
–Sí, maestro, pero poquito y despacito…
–Claro, Andrés…ahí voy, aguanta…
Puse más gel en mi pene y empujé de nuevo y el aguantó hasta comerse la mitad y un poquito más de mis 18 cms…comenzó a llorar y a pedirme lo sacara, pues le dolía y decía sentir ganas de hacer popó. Le hice tocar mi pene para que se diera cuenta cuánto había recibido ya de él. Luego, respetando su dolor y decisión, lo saqué de él.
–¿Aun tienes ganas de ir al baño?
–No, maestro, ya no…
–¿Y luego, qué pasó? Íbamos muy bien, ya te había entrado más de la mitad…
–Sí, maestro. Pero es que sentí que me ardía y dolía mucho…
–¿Me dejarías meterlo de nuevo?
–No sé, maestro, es que me dolió mucho.
–Así sucede las primeras veces, pero tu culito poco a poco se irá acostumbrando, después tú solito me vas a pedir que te haga el amor…anda, ponte otra vez para meterte mi pene hasta donde ésta vez entró, no más, anda…
–No, maestro, mejor se la chupo si quiere…
–No, amorcito, anda, ¿hasta la mitad siquiera, si?
Duré rato tratando de convencerlo hasta que accedió.
–¿Pero nomas la mitad, eh?
–Sí, amorcito.
Así que de nuevo embadurné mi pene con gel así como su culito, lo volví a acomodar al borde de la cama para que quedara expuesto su orificio, y empujé de una buena vez hasta deslizar en su apretadito, suavecito y cálido anito, poco más de la mitad de mi masculinidad.
Por instinto, gritó de dolor, sollozó de nuevo y trató de apretar sus nalguitas, pero por la posición en que estaba no le fue posible, así que continué hasta que mi pubis chocó con sus pequeños glúteos…¡Se había comido la totalidad de mi miembro!
Me asombré y espanté un poco pues no dejaba de llorar, quejarse y pedir le sacara mi pene.
Dejé que el dolor pasara, que su anito se acostumbrara a mi pene mientras le decía al oído cuanto lo amaba y le pedía tranquilizarse, lo felicité por haberla aguantado toda y poco a poco su llanto y dolor pasaron.
–¿Duele aún mucho, amorcito?
–Ya casi no, maestro…
–¡Corazoncito mío! Déjame hacerte el amor, sacar y meter mi pene varias veces hasta que arroje mi semen en tu interior, adentro de tu culito…Sí?
–Está bien, maestro, pero despacito…
Y así lo hice durante varios minutos, hasta explotar en su interior y correrme como nunca en mi vida…
–¿Ya me echó su semen, verdad, maestro?
–Sí, ¿A poco lo sentiste?
–Sí, maestro, sentí como que temblaba o palpitaba su pene varias veces y algo calientito adentro…
–¡¡¡Ay, chiquito tan lindo!!! Gracias, amorcito, me has hecho muy feliz…no imaginas cuanto deseaba tenerte así…
Cuando mi pene perdió dureza, salí de el y lo limpié muy bien. Fue al baño y lo acompañé. Hizo muy poca popó, pero mezclada con semen y poquita sangre, además de arrojar muchos gases…lo limpié muy bien, le puse un poco de crema con analgésico en su anito enrojecido. Me iba a vestir, cuando me pidió me dejara hacerme el amor, acepté gustoso hasta que se desplomó sobre mí…acabamos cansados y hambrientos. Nos vestimos con ropa apropiada para la playa y nos dirigimos a ella, comimos algo en una palapa, nos bañamos y jugueteamos en las olas. El sentía miedo pues no conocía el mar, así que lo abracé y conduje a él.
Regresamos a la casa, nos bañamos, ordené algo para cenar a domicilio y vimos varios programas en el televisor. Se durmió en mis brazos, lo llevé a nuestra cama y despojé de sus ropas para que durmiera más cómodo y fresco.
Durante esa semana nos amamos una y otra vez, poco a poco iba aceptando mejor mi pene, ya no se quejaba tanto y comenzó a gemir de placer. Le encantaba que lo pusiera en el borde de la cama y llevara sus piernitas a mi pecho para penetrarlo a la vez que nos veíamos uno al otro.
Llegó a sentarse sobre mi miembro hasta devorarlo totalmente y cabalgarlo hasta ve irme en él. Desde luego, nos dimos tiempo para repasar, él era inteligente y comprendía con facilidad sus lecciones y trabajos.
Pero como todo lo que empieza termina, llegó el día triste de nuestro regreso a casa. Esa noche nos amamos una y otra vez y de nuevo al amanecer. Finalmente, regresamos a su casa, agradecí a sus padres su confianza, les dije que Andresito era muy inteligente y dedicado, que sin duda sería uno de los mejores alumnos de su grupo y me puse a sus órdenes para seguir apoyándole cuando fuera necesario…
–¡Gracias a Usted, maestro! Nuestro hijo no deja de decirnos lo mucho que lo quiere y lo bien que lo trata…y a propósito…¿ cuánto le debemos por sus clases?
–Nada, cómo creen, fue un placer tener a su hijo como alumno. Además él ya me pagó…con su atención, esfuerzo, empeño, conducta y cariño, además de su buen aprendizaje.
A pesar de mi negativa, ellos me entregaron un sobre con algo de dinero y me dijeron que si lo rechazaba ya no me iban a molestar pidiéndome atender a Andrés.
Finalmente, al despedirme, el papá de Andrés me dijo:
–Maestro, una hermana mía tiene un hijo que va a entrar a sexto grado y le preocupa que como no han tenido clases por la pandemia en más de un año, se vaya a atrasar este año y vaya a tener problemas el próximo año en la secundaria y me pidió hablar conUsted para ver si era posible…
¡Pero ésta es otra historia!
¡¡¡Gracias por leerme…!!!
Qué rico relato. Ojalá si podamos compartir ideas.
comos igue
me encanto muchísimo la saga de Andrecito y espero que en la nueva saga también participe Andrecito junto a su Primito
Ya no has escrito más?? Se extrañan relatos así.